domingo, 25 de marzo de 2012

I JORNADAS GASTRONÓMICAS Y CULTURALES DE GALICIA (SSREYES)

Bien es sabido por quien haya mantenido mínimamente una charla breve con el autor de este lamentable (por estar siempre lamentando) Blog de su escaso aprecio hacia el género humano en general y hacia los eventos lúdico-festivos donde se congregan cantidades ingentes de la especie, en particular.

Bien es sabido de los perniciosos estragos del alcohol sobre la mente, así como los aún más letales efectos de la resaca del gin-tonic un domingo por la mañana.

El caso es que, cuando te despiertas un domingo 25 de Marzo de 2012 tarde, con una banda de tambores y cornetas dentro de la cabeza y, para colmo, ves que justo ese día se adelanta el reloj para inaugurar el horario de verano te dices.... ¿Cocinar....? Blufffffffff......

Y así, tras echar un vistazo a las ediciones digitales de los principales periódicos de actualidad e información para mantener elevados mente y espíritu en aras de la razón, la intelectualidad y la ilustración (i.d. Playboy, Marca...) uno acaba extrañamente seducido por carteles como el arriba mostrado, con una impúdica exibición de productos gallegos que entonan un canto hipnótico cual Sirenas y, sin disponer de la cera de Ulises ni de la ayuda de Perímedes y Euríloco para atarme al mástil de la nave, quiso la Diosa Fortuna que varásemos en una desconcertante isla.

 "Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises, de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto, porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye. Quien la escucha contento se va conociendo mil cosas: los trabajos sabemos que allá por la Tróade y sus campos de los dioses impuso el poder a troyanos y argivos y aún aquello que ocurre doquier en la tierra fecunda"

Pronto pude darme cuenta de que, los fastos prometidos se ciscunscribian a una carpa que albergaba una enorme barra en uno de sus laterales y un pequeño escenario. El resto de la superficie lo ocupaban decenas de mesas "Cáritas Style" y sillas de plástico. En la entrada anterior ya expuse mi postura acerca de las sillas de plástico. Sigo con mi cruzada contra ellas. Es más, esta se recrudece cuando me enfrento a las muy infames sillas de publicidad, fabricadas "ex profeso" para la tortura y el sometimiento.

Sin posibilidad de arrepentimiento ni vuelta atrás, tomamos posición en una de las colas que... bueno, cómo explicar esto...  Para que usted, amigo lector lo entienda, alguna portentosa mente había ideado un sistema de varias colas: Una para comprar los tickets, otra exclusiva para el pulpo, otra para la bebida y otra para el resto de platos. ¡Maravilloso! Si hay algo realmente apasionante en esta vida es esperar más de 1 hora en total para conseguir una ración de pulpo, otra de berberechos a la plancha y una botella de Alvariño. Todo amenizado por un ruido humano infernal y el indescriptible arte de la octogenaria banda de música tradicional que ofrecía un canto salpicado de repiqueteos (no sé si de alguna suerte de castañuelas o de sus movimientos artríticos...) 

Mención especial para "R" que a todo esto ha de sumar el soportar mi mal humor y quejas continuadas en todo este espacio de tiempo. (Debiste ser alguien horrible en otra vida y ahora estás purgando tus pecados conmigo).

Para estas ocasiones, superada la fase de indignación y ante el tedio de la espera, he descubierto el entretenido pasatiempo de contar "chandals". No sé por qué, pero hay una relación directa entre este tipo de eventos "populares" y la proliferación de esta estéticamente nauseabunda prenda de vestir a cuyos portadores les deberían someter al potro de forma inmediata. Sin embargo, ahí están, campando a sus anchas. No os podéis imaginar cuánta variedad de diseños, cuánto colorido, y para toda la familia, el papa (sin tilde), la mama (sin tilde), el yayo, la yaya, el Yonatan, la Jessi, el novio'la Jessi, la prima, el perro...

En fin....

La comida no estuvo mal. Todo hay que decirlo. Pero no compensa la espera, el beberte el vino en vaso de plástico y la sensación de "Homeless" que tienes comiendo en una carpa con aspecto de comedor social.

Entono el "Mea Culpa". Sabía a lo que íba. Si hubiera estado más lúcido...

sábado, 2 de julio de 2011

NIHIL PRIUS (MADRID)

Empezamos mal: Llegamos a la puerta del sitio y, al disponernos a entrar, un camarero/empleado/encargado/loquesea nos corta el paso literalmente y, al estilo de un cutre porterillo de discoteca makinera, nos pregunta si tenemos reserva. Al responder afirmartivamente, cambia de actitud y nos indica que pasemos con algo más de amabilidad.

Habíamos reservado para la terraza, con lo cual apenas podemos ver el local por dentro. No nos llama la atención especialmente. Línea mas o menos moderna y sobria con mucho "Ikea", coincidiendo con las opiniones de otros usuarios.

La terraza pintaba mejor en las fotos de la web del restaurante. ¡Maldito Photoshop! Allí parecía un lugar abierto, tranquilo, rodeado de vegetación... Al comprobar que es un recinto atestado de gente (entiendo que es normal un sábado por la noche) y (lo que no tiene justificación) cubierto de unas enormes y opresivas carpas me entra cierta sensación de claustrofobia. A esto se une un calor espantoso que intentan combatir con unos aspersores de agua pulverizada que estarían muy bien en el caso de ser orquídeas, pero que al ser humanos sólo nos mitigan un poco el sufrimiento.

Punto y aparte para las sillas. Y aprovecho para hacer un especial llamamiento al sector de la restauración: Por favor, ¡acabemos con las putas sillas de plástico en las terrazas! ¿No se han dado cuenta de que llegadas estas épocas estivales, y al estar un rato con las posaderas y muslos sobre una superficie que no transpira, comenzamos a sudar como un "Sus scrofa domestica" (¡¡¡Hala, a la Wikipedia!!!) y silla y comensal se funden en una Unidad de Destino en lo Universal.

La comida normalita. muy del montón, como titulo esta opinión. Es uno de tantos y tantos sítios que están proliferando en estos tiempos que ofrecen "cocina de autor - low cost" y que, personalmente, todos me parecen lo mismo.

Nuestra elección fue: Una ensalada de jamón de pato con mandarina y virutas de foie (95%lechuga), Tartar de atún (con exceso de hierba de lima que mataba cualquier otro sabor) y hamburguesa de pato con cebolla caramelizada y helado de mostaza (quizás lo más salvable, aunque me dejó bastante indiferente). Pasamos del postre y nos tomamos una infusión.

Relación calidad-precio mala, especialmente teniendo en cuenta lo escaso de los platos. En total unos 72 € con las bebidas.

El servicio fallón: La camarera me tira un cuchillo al retirarme el plato, se toma demasiada confianza y muestra poca habilidad en general con alguien a quien le está sudando el culo de forma titánica y que está para pocas "historias" a esas alturas de la noche.

Conclusión: Sin llegar a ser una experiencia traumática,  ha estado por debajo de nuestras espectativas en todos los niveles, por lo que de Nihil Prius (Nada Mejor) nada de nada.

domingo, 15 de mayo de 2011

ESPAZO ENXEBRE (SSREYES - MADRID)

R y D se preguntaban extrañados a qué se debía la inmersión en unas coordenadas desconocidas y  cíclicas, donde el principio y el fin estaban en un mismo punto, y la vida y el tiempo se movían alrededor de un círculo existiendo muchas realidades, pero siempre sobre el mismo eje evolutivo de la espiral espacio-tiempo.

Cada punto en la espiral representaba un instante de tiempo y un acontecimiento. El primer punto  es el nacimiento y el último la muerte. La cabeza les daba vueltas sin parar. ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? ¿Hemos muerto? ¿Hemos vuelto a nacer? ¿Hemos trascendido del plano terrenal a otro, quizás más elevado? ¿Hemos sido arrancados de nuestras mísera vida mortal para acceder a una nueva dimensión?

Cerraron los ojos, mientras un mar de formas desconocidas giraba sin cesar a su alrededor. Como en un sueño psicotrópico veían pasar millones de micropartículas que se fusionaban con sus propias celulas nerviosas a velocidad de la luz. Formaban parte de un gigantesco reloj de arena que flotaba en el espacio para estallar y esparcir millones y millones de fragmentos por el cosmos.

R y D pensaban que había llegado el fin.

Dos horas y media antes:

R y D cruzaban la puerta del Espazo Enxebre, un  restaurante gallego situado a escasos metros del Centro Comercial Plaza Norte 2, en San Sebastián de los Reyes (Madrid), localidad donde entonces vivían, y donde se hallaban realizando unas compras que consumieron su tiempo en exceso y les obligó a buscar un lugar cercano donde mitigar el hambre.

Con ciertos reparos basados en la intuición, el sentido arácnido y la percepción de una perturbación en la Fuerza, decidieron entrar al mencionado restaurante. Un forzadamente sonriente mäitre les recibió a portagallola para conducirles al interior de una gigantesca sala/nave de proporciones colosales, techos infinitos, enormes paneles con fotografías de Galicia y cientos de comensales abarrotando física y auditivamente aquel cosmos.

Debió ser en ese momento, cuando R y D atravesaron el plano consciente para entrar en otro alternativo basado en una escala temporal diferente, ya que sus relojes, anclados en la realidad que habían dejado atrás, mostraban que habían transcurrido treinta minutos y en sus mesas sólo había dos bebidas. Otros treinta minutos después (ayuda para pajinianos: una hora en total), nos sirvieron los primeros platos. ¡Qué desconcertante resultaba este nuevo universo donde todo transcurría tan lento! Parecía como si las palabras se desvaneciesen  en el espacio interminable.

El primer plato de R consistía en unos Huevos Estrellados que hicieron honor al nombre y, efectivamente, se estrellaron: Sobre unas insulsas patatas cocidas un huevo despistado que ese día no había tenido tiempo para arreglarse y ponerse guapo. R le pidió a uno de los seres que pululaban por la nueva dimensión que lo devolviese a cocina y lo preparasen  „Como Dios manda“. Constataron que en ese universo reinaba el ateismo y que, una vez más, las referencias temporales eran completamente diferentes a todo lo anteriormente vivido. El plato se quedó flotando en unas coordenadas desconocidas.

D se decantó por unos Mejillones al Vapor que, una vez llegaron a la mesa, demostraron que cumplian con el lema del restaurante „Comer ecológico es más sano, no es más caro“. Y sana debía ser la vida que llevaban esos mejillones ya que tenían una figura que bien podrían vestirse de David Delfín y desfilar en la Madrid Fashion Week. Nada que ver con esos vulgares mejillones obesos que van por ahí mostrando sus michelines sin ningún pudor.

De segundo plato R y D coincidieron: Entrecot con pimientos de padrón y salchichas gallegas, Cabe señalar que los pimientos no estaban mal. No así lo demás: La ternera, también debía proceder del mismo mundo que R y D y se vé que la espiral espacio-tiempo la convirtió en vaca vieja, resultando unos filetes que D podría haber aprovechado para fabricarse protecciones para la ropa de moto. Las salchichas eran un conglomerado de deliciosos pitracos, elementos no identificables de dureza sin par y grasa en cantidades industriales (indicador de acidez al máximo avisando de niveles peligrosos). Entre tanto, a la vez que R y D luchaban a cuchillo denonadamente contra el entrecot, aparecieron los huevos estrellados de la nada para posarse en el único resquicio que les dejaba la mesa.

Alarmados, R y D tomaron unas infusiones para pedir la cuenta y poder retornar a su plano. Ardua labor que les tomó otro enorme fragmento temporal. Decidieron que la mejor forma de volver a atravesar el portal dimensional que les separaba de su realidad era retomar el camino andado y salir de aquella extraña espiral de confusión y así, tras adentrarse en el túnel de luz que conducía a la puerta, se encontraron de nuevo en su mundo.

Aparentemente habían transcurrido dos horas y media. Pero algo había cambiado. Quizás eso explicase las nuevas canas que aparecían en sus sienes.

jueves, 10 de marzo de 2011

HACIENDA DE CAMPOAMOR - SSREYES (MADRID)



Hoy me voy a saltar una de las reglas que me impuse al crear este Blog: Escribir sobre un sitio al cual no he ido. Es más, ni siquiera conozco a ser humano que lo haya visitado. Supongo que será el páramo creativo por el que atravieso, o consecuencia de la polinización de las cupresáceas, o el hecho de que en mis manos cayó cierto material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto.

Por tanto, hoy no voy a hablar de comida. Un Blog de cocina en el que no se habla de cocina. ¿Y qué más da? ¿Acaso no tenemos políticos que no hablan de política? Bueno, la verdad es que a nuestros políticos puede resultar difícil atribuirles ciertas capacidades intelectuales primarias en el ser humano, con lo que esperar que de sus bocas salgan sonidos con una mínima dosis de coherencia puede llegar a ser una auténtica quimera. ¡¡¡No a los 110!!!

Me desvío...

Sigamos...

Decía que cayó en mis manos cierto material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto y al que ustedes, ávidos lectores, pueden dedicarle una concienzuda ojeada en las imágenes anexas.

Si está leyendo este párrafo, le aconsejo que previamente haya seguido las indicaciones para visionar el mencionado material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto, para poder facilitar la comprensión de lo que voy a exponer a continuación.

¿Qué puedo decir? ¡Vivediós que semejante estampa mi alma quiebra! Sobre faz porcina se anuncia con fanfarria, bombo, platillo, chambelán y lo que haga falta una Gran Cena de Gala de San Valentín dónde miembros de la dinastía poligonera y del calorrismo ludicofestivo nacional pueden dar rienda suelta a sus más bajos instintos a la luz de las velas de una romántica (adjetivo éste tan tergiversado y prostituido...) velada, acompañada seguramente de un insupereablemente hortera hilo musical donde se interpreta orquestalmente el tema principal de Love Story mientras se miran a los ojos y se hacen promesas de amor eterno (En España se produce un divorcio cada 4 minutos, según el Instituto de Política Familiar).

Por si esto fuera poco romántico, los comensales a tan magno evento pueden satisfacer sus ansías etilicas entregándose con desenfreno a ese portentoso invento denominado "Barra Libre", ya que no hay mejor celebración romántica que terminar la noche con la cabeza dentro del váter, ni mejor forma de decir "te quiero" que vomitar hasta el retorcimiento estomacal los aperitivos, la crema, el marisco, el lenguado, la paletilla y los postres. Supongo que el chocolate y los churros están ahí para contribuir a esta causa.

Sobre la Magnífica Orquesta, la Discoteca Móvil y la Gran Tómbola de Regalos, sólo cabe concebirlos como parte de este engendro de castañueleterismo sin par.

Pero, dando un nuevo giro de tuerca conceptual y un giro al material publicitario de cuya impresión aún no me he repuesto, nos encontramos con una mezcla de ideas que sólo puede entenderse como un triunfo del más genuino "Pop Cañí": Aquí, el artista ha sabido combinar magistralmente el romanticismo sanvalentiniano con la plasticidad y fuerza contenida en las Jornadas de la Matanza para ofrecernos una creación sin precedentes, donde el Amor y lo Porcino nos ofrecen una grácil sinfonía de chorizos, tequieros, magras, cupidos, sumarros, corazones, panceta, besos y porrones, todo, por supuesto, al ritmo de jota.

¡¡¡Gran Conceto!!! (Pepiño dixit).

Igual voy el año que viene.

lunes, 29 de noviembre de 2010

LA POSADA DEL MANDOBLE (CÓRDOBA)

En la sociedad postindustrial, globalizada y consumista que nos ha tocado vivir, celebraciones como la Navidad han adquirido un significado bastante ajeno a su concepto primigenio. Lo que debería ser una conmemoración del nacimiento de Cristo y su llegada a este mundo como portador de unos valores espirituales basados en el Amor desde el recogimiento familiar y la sobriedad, se ha convertido en una desenfrenada escalada de gasto compulsivo y excesos de todo tipo. Basta con salir cinco minutos a la calle en estas fechas para percibir este mal llamado "ambiente navideño" y, al menos en mi caso, estremecerse ante una orgía de mensajes comerciales envueltos en un mar de estridencia, luces, ruidos y siniestros "Santa Klaus" que te coaccionan a gastar tus últimos euros en el centro comercial de turno.

Quiso el destino reservarme, hace ya un tiempo, una forma de expiar mi particular sentimiento de culpa en tan señaladas fechas y hacer de una comida navideña un auténtico ejercicio de contrición y penitencia.

El lugar elegido para ello: la Posada del Mandoble.

Conste aquí que sobre el sitio albergábamos la sospecha de ser poseedor de las cualidades y calidades para poder aparecer en un blog como éste, ya que por su aspecto, perfil y nombre se podían intuir estos aspectos. Pero, ante la insistencia de cierto miembro del grupo de hábitos gastronómicos poco sofisticados y poco dado a dilapidar el estipendio, acabamos dando el brazo a torcer y acudimos a ser "mandobleados" o "amandoblados" Elija el lector la que prefiera, ya que ambas son igual de incorrectas e inventadas por el autor de este artículo.

Primera Estación de Penitencia. El lugar:

Es el típico restaurante pretenciosillo de barrio, que pese a abrir en 1997 quiere darse un aspecto "de solera" y se dedica a llenar sus salones con toda suerte de armaduras, espadas, blasones, alabardas y objetos del medievo que le confieren un aire absolutamente "Kirch", que no es sino un término para dulcificar lo que de toda la puta vida se he venido llamando "Hortera" . La verdad es que uno tiene la impresión de estar comiendo en mital de una tienda de "souvenirs" de Toledo. Puestos a apologetizar sobre lo "Kirch", yo añadiría unos farolillos de Fino La Ina y las infalibles muñecas vestidas de gitana sobre cada mesa. Y algún que otro toro, por supuesto.

Segunda Estación de Penitencia. El servicio:

¡Mandoblero! Unos camareros mimetizados con el sitio en cuestión, de aire totalmente cañí, dados a los excesos de confianza, el chiste fácil y una atención bastante desastrosa. He de señalar que nos hemos visto en otras peores (véanse publicaciones anteriores), pero quede para el recuerdo la falta de vasos y cubiertos, la lentitud a la hora de servir y la poca sutileza en general.

Tercera Estación de Penitencia. Humos.

Vivimos el estertor de la Era de los Fumadores, donde por fin se va a hacer respetar el derecho a respirar aire puro en locales cerrados y evitar los múltiples riesgos para la salud que implica tener que soportar las emanaciones tóxicas de un colectivo de "yonkies" que se empeñan en querer ver con normalidad una conducta adictiva y suicida.

Pues bien, si usted pertenece a este colectivo (el de los fumadores) sabrá que, a partir de 2011 no le estará permitido hacerlo en ningún restaurante y le quedará la frustración de no poder joder la comida a los demás con el hedor de su cigarrillo. Pero no se preocupe, está de enhorabuena, en La Posada del Mandoble encontrará un lugar donde poder satisfacer sus ansias de inhalación de humo y disfrutar de un ambiente irrespirable gracias a nuestras planchas de mesa para carne y la escasa capacidad de ventilación de nuestro local. Así, podrá disfrutar viendo como, esos molestos indivíduos antihumos se retuercen y caen presa de violentas colvulsiones y recordar aquellos tiempos felices en que usted, cuál gentil angel exterminador iba obsequiando con probabilidades de contracción de Cáncer al resto de los comensales.

Cuarta Estación de Penitencia. Comida.

Mi elección fue la siguiente:

De primero, una sopa castellana que me hizo llegar a la conclusión de que en la Posada del Mandoble odian decidídamente a Castilla. Con ese fin y para menoscabo de su imagen, sirven un agüilla insípida con algún trozo de jamón y algo de pan que lejos está de poder llamarse sopa. ¡Jamás tanta insustancialidad se vio reunida en un plato!¡Jamás! Cualquier sopa de sobre de las que te compras en el "super" está mejor.

Cómo segundo plato, con en el que albergaba la ilusión de poder olvidar la sopa y sobrevivir a la humareda de las planchas infernales, había elegido unas mollejas de cordero, una de mis comidas preferidas. Hasta ese día, claro. ¡Vana ilusión y funesta realidad! Al pinchar la primera de ellas un balido me sobresaltó y me ví en la disyuntiva de llamar al camarero para que las llevara de nuevo a cocina o al pastor para que las devolviera al rebaño. Opté por la primera opción (por principios, ya que como católico no me gusta la idea de pedir ayuda a un pastor) y ese día descubrí algo que jamás me habría imaginado: No domino el castellano, porque lo que yo pensaba que había pronunciado con cierta fluidez "Las mollejas están prácticamente crudas, por favor, pásenlas un poco más por la plancha" en realidad era un "Ya que he superado las naúseas que me ha dado probar las mollejas crudas, por favor, chamúsquenlas hasta la carbonización para terminar de vomitar su asquerosa comida"

Visto el éxito de los platos anteriores, me salté el postre para pedirme una infusión, no sin cierto temor a que me volvieran a sacar la sopa castellana.

El resto de comensales no corrió mejor suerte.

Como curiosidad queda el hecho de que ese día es el último que ví a al anteriormente mencionado "miembro del grupo" que había insistido para organizar la comida navideña en semejante lugar, y de eso han pasado ya tres años (supongo que alguien le asesinó y escondió su cadáver) y que ese mismo día cogí una gripe de caballo que me mantuvo en cama una semana. Todo formaba parte de un plan divino para hacerme reflexionar sobre el significado de estas Fiestas.

En definitiva, salí del Mandoble con el estómago vacío, los ojos vidriosos y un exquisito aroma a barbacoa por todo el cuerpo. Pero sobre todo, habiendo vivido una experiencia mística indescriptible.

¿Os animáis?

sábado, 18 de septiembre de 2010

EL MUNDO DE LA PIZZA (MADRID - Zona Malasaña)

Ubicado en la Calle San Bernardo, esta Pizzeria Argentina se puede catalogar dentro del grupo de locales de restauración adscritos a la estrategia de Tela de Araña. Me explico: Acechando en zonas de animada vida nocturna y dotados de un cierto mimetismo que les hace no llamar apenas la atención del viandante, atrapan a los clientes más despistados que, tras una hora intentando buscar mesa, acaban entrando no muy convencidos por la puerta y, cuando quieren darse cuenta, ¡¡¡Es demadiado tarde para huir!!!

Este fue nuestro caso. ¡Pobres e insignificantes mosquitas que recorriamos en una fría noche las calles de Malasaña con el estómago vacío y el espíritu quebrado!

La primera y estimulante experiencia que vivimos fue la travesía por el local, ya que hubimos de sortear la multitud de pequeñas mesas a la entrada y la estrechez de su pasillo mediante la contorsión, esquiva y deslizamiento, hasta llegar a un comedor final en el que servidor, hombre español de estatura media (1,80) no puede llevar puesto el sombrero de copa, ya que hay un techo opresor que lo impide. Por suerte, la moda decimonónica cayó en desuso y pude evitar semejante percance.

A la angustia de aquel techo que juro que tenía la impresión de que bajaba progresivamente con aviesas intenciones, se sumaba el ruido producido por un grupo de "chonis" (algún día habría que explicar detenidamente este fenómeno sociológico) que celebran los esponsales futuros de una de ellas con la máxima expresión de la elegancia: adornos fálicos (pollas de trapo, para los de la ESO) y emisión de infinidad de sonidos taladrantes.

Por si fuera poco, un alto porcentaje de los allí presentes tuvieron la deferencia de aromatizar el escaso aire disponible con sus inhalaciones de nicotina a las que yo, soy particularmente sensible dada mi tendencia a la irritabilidad (también ocular) y que se supone que, en aras de una tolerancia de la que siempre he hecho gala (...) tengo que aguantar con serenidad y paciencia franciscana en lugar de defecar en los parientes difuntos (para los de la ESO, cagarme en los muertos) de tanto yonqui de mierda.

Por fin superados los agobios iniciales, ojeamos la carta y para sorpresa, percibimos que estamos en un local de refinada elegancia y sotisticación sin par, habida cuenta que en la misma figuraban las siguientes advertencias:

1º No servían jarras de agua
2º La consumición mínima por persona y asiento ocupado era de 9 €
3º No se admitían tarjetas para pagar
4º No había servicio de cafetería los fines de semana

En la mesa de al lado, Victoria Beckham, Carmen Lomana e Isabel Preysler también miraban la carta con incredulidad.

Decidimos pedir unos entrantes y cuatro de las cien variedades de pizzas que promete un cartel a la entrada, que en realidad, no son más que la combinación de diez elementos tomados de dos en dos, tres en tres, o cuatro en cuatro, según convenga. Los entrantes se pierden en la nebulosa del tiempo y el olvido pero aquellas plastas aceitosas con sabor a harina y grasa aún aparecen en mis pesadillas.

Detalle "curioso" marca de la casa: Se equivocaron con los ingredientes de una de ellas, concretamente la de mi amiga SJ y tras advertírselo a uno de los camareros, que emitió unos sonidos guturales y se la llevó, volvió tres minutos más tarde con la misma base, raspada y sobre ella, los ingredientes correctos (y crudos, por cierto).

Por último, quisiera hacer mención especial a la simpatía y buen hacer de los camareros, la mayoría dominicanos (que aún no tengo claro si son personas tontas o monos listos) que pusieron la guinda que se merecía tan antológica experiencia.

Amantes del masoquismo gastronómico, sin duda este es lugar de visita obligada.

¡Hasta la próxima!

viernes, 17 de septiembre de 2010

BELVEDERE (CÁDIZ)


Era una noche fresca y agradable en el Paseo Marítimo de Cádiz, de esas en las que la suave brisa acaricia tu piel y la luna se refleja en el mar para ofrecerte su cálida sonrisa...
Andábamos ebrios de felicidad mientras nuestros pasos nos guiaban hacia la terraza de un nuevo restaurante cuya carta nos había atraido días atrás. No resultó excesivamente difícil conseguir mesa y en pocos minutos nos encontrábamos sentados y prestos para ser atendidos.
Decidimos pedir un paté de queso con mermelada de pimientos, "papas aliñás", ensaladilla rusa con gambas, crujientes de pollo y bacon y daditos de cazón en adobo para las cuatro personas que íbamos.
Los platos salían poco a poco y eran de nuestro agrado. También el servicio resultaba atento y eficaz. La noche parecía ir "viento en popa".
De repente, el cielo estrellado se cubrió de negras nubes mientras que el viento nos comenzó a azotar con furia inusitada. El mar se estremeció y sus olas sacudían con violencia la orilla levantando un murmullo de muerte y terror. Era como si el propio Poseidón nos quisiera arrebatar el ánimo y sus Nereidas se hubieran despertado ansiosas de sangre, nuestra sangre.
En ese momento nos llegó como una amenaza de las profundidades el cazón. Cada bocado desprendía el hedor de la podredumbre como una señal funesta. Nuestras bocas comenzaron a paladear el fétido sabor del óbito.
Sin ser conscientes de que la ira de los demonios marinos podría ir a más, decidimos devolver aquel plato ante la imposibilidad de contener la naúsea común que nos invadía a las cuatro personas que padecíamos aquella pesadilla.
Uno de los camareros nos retiró el plato y permanecimos a la espera de alguna disculpa o explicación de aquello....
Al rato, un ser apareció junto a nuestra mesa con actitud chulesca, displicente, hortera y perdonavidas. Era..... ¡¡¡cha, channnnnnn!!!!....¡¡¡¡El JEFE DE CAMAREROS!!!. Ni corto ni perezoso, esgrimiendo su Handy como el cetro fuente de su poder, mientras nos dirigía una mirada de desprecio, nos inquirió sobre el pescado podrido de la siguiente forma: "Que....... vengo a ver qué es lo que pasa con el cazón..... porque...... yo lo he probado y está bueno...." Todo sin abandonar el plante de John Wayne y el tono macarrilla y barriobajero.
Sobre las conversaciones posteriores no me extenderé, sólo decir que no hubo demasiado entendimiento.
Lo grave de este caso es que, en cualquier negocio de hostelería, si el cliente se queja de algún plato, suele ser por motivos más que fundados, ya que por lo general cuando pedimos algo es para comerlo y no para tener que pelearte con un tipo víctima de la falta de escolarización al que su escasez de luces y su exigua educación le privan del sentido común mínimo y los modales como para disculparse y dejar al restaurante en buen lugar.
Pero, claro, esto es consecuencia del STL (Síndrome del Tope Laboral). Cuando alguien ha llegado a puestos de tan altísima responsabilidad como la de ser Jefe de Camareros de un Bar de Tapas y su formación y capacidades no le dan para más, sufre a diario una gran presión y sus decisiones pesan tanto como la del Director General de Microsoft en España, el estrés se manifiesta de esta forma, creando pequeños tiranos con delirios de grandeza.
Una pena. porque el Belvedere no es mal sitio (a pesar del desliz del cazón), pero camareros como este pueden arruinar la fama de cualquier lugar en pocos minutos.